jueves, 29 de abril de 2010

El arte de ser mujer

Vengo de un matriarcado puro y duro. Mi madre siempre nos inculcó que las mujeres somos mucha pieza para cualquier semejante. Que las mujeres no necesitamos a un hombre para ser felices porque la felicidad está en una, no en el esposo ni en los hijos porque tarde o temprano, en la vida una se vuelve a quedar sola, ya sea porque te divorcies, no te cases, te quedes viuda o simplemente los hijos se vayan de casa para hacer su propia vida.

Así que nosotras podemos solitas. No necesitamos a un hombre "que no saque" a pasear, a tomar una copa, a comer, a bailar. Nos enseñó a ganarnos el dinero para pagar lo propio y no esperar a que un hombre lo haga para luego sentirse con derecho a besarnos o a toquetearnos "cobrándose" lo que nos acaba de invitar.

Bajo su enseñanza también aprendí a tenerle repulsión a los gritos que las mujeres emiten por cualquier cosa, a sus comportamientos de ternura desenfrenada frente a bebés, perros, peluches, etcétera, a sus diminutivos sin sentido y a su cacería constante de un hombre que las saque de trabajar.

Nos hizo amazonas y también nos dejó bien claro que las mujeres no son amigas. Ella recalcaba no tener amigas y sí, en toda mi vida recuerdo haberle conocido solamente un par a las que no les contaba todo y en las que en realidad no conrfiaba plenamente. Difícilmente les llamaba por teléfono y en pocas ocasiones las dejaba venir a casa, pues generalmente ella las visitaba. Ese generalmente era en esporádicas ocasiones porque a mi mamá no le gustaba andar en casas "ajenas".
Yo crecí así. Y para mi mala fortuna (digo mala porque muchas veces quise ir en contra de que las mujeres no son amigas y me topé de frente con muchas que realmente no lo eran) le tuve que dar la razón. En cuestión del trato con los hombres coincidí en que ellos son mejores amigos, no me tendrán envidia (ni aunque sean gays, porque los tengo), son mucho más sinceros y lo mejor, dicen no cuando es no y sí cuando es sí. No tengo que andar adivinando si están enojados, sentidos o molestos. Lo dicen así, claro, sin tapujos. Así que hasta eso era bueno porque con las mujeres uno de mis problemas era que "soy muy directa".

Desde la primaria tuve más amigos hombres que mujeres. Sin embargo, como a mi mamá tampoco le gustaba que tuviera muchos amigos, pues era complicado verlos. Claro, para la secundaria ya contaba más con amigos pero también había hecho varias buenas amistades.
Sin embargo, debo reconocer que a las mujeres nunca les tuve mucha confianza porque ese constante temor a que un buen día me traicionaran contando mis intimidades.

Como a los 20 años tenía un par de buenas amigas (gays) con las que me entendí MUY bien. Mi trato con los hombre siempre fue EXCELENTE. Con ellos sí pasé de una etapa a otra. De hecho, uno de mis mejores amigos me conoce desde los 15 años y se sabe mi vida COMPLETITA con lujo de detalles. El me enseñó a alburear, me decía qué pensaban y decían los hombres, qué misterio siempre significaba una mujer y, claro, aprendí hasta más no poder con él y un grupo de 6 más con lo que siempre salía a bailar los fines de semana. Yo era la única mujer del grupo que era constante porque nunca anduve con ninguno de ellos (bueno, ya más grande intercambié un rato de amor con uno), así que prácticamente me volví una mujer en un grupo de hombres y ellos se comportaban tal cual.

Mi madre siempre nos inculcó que la cabeza es para pensar, no para peinarse. Así que había que usarla antes que al corazón. Y lo hice siempre que pude y siempre que tuve una disyuntiva, aunque esta fuera la más pasional en toda mi vida. Posiblemente por eso mucha gente no me ve llorar nunca, posiblemente por eso hasta mi hija me dice que son una insensible o mis amigos creen que soy "otro wey".

No te creas, esto no ha estado muy padre en mi vida. Durante sesiones con una terapeuta el asunto era ese... tienes que empezar a sentir. Chale... después de una treintena me salen con que hay que sentir y no pensar! En fin, digamos que estamos trabajando el asunto, aunque no es nada fácil.
No por eso no siento, ni tampoco soy pasional, mucho menos soy menos cariñosa (claro, no es mi fuerte), Nada de eso, aunque admito que antes de sentir siempre pongo la razón por delante y empiezo a analizar el asunto en lugar de "dejarme llevar".

Hasta mucho tiempo después, ya en los 30s, encontré una amiga, Marisol, con la que me entiendo PERFECTAMENTE porque es muy parecida a mí. Luego vino Regina, con una visión de la vida muy parecida a la mía y más tarde Elba, otra amazona. Finalmente, rematé con otra Regina, que también tiene una forma de ser y de pensar semejante.

De mis últimas sorpresas en la vida han sido otras mujeres a las que quiero profundamente porque me han enseñado parte de esa otra vida, la de la casa con hijos, que también es un trabajo arduo, constante y muy demandante. Ellas son Gina, la esposa de mi amigo Jesús, y Flor, la mamá de la mejor amiga de Agnese, mi hija.

Para mi la vida no es ser ama de casa. No lo aguanto. Me exaspero, me ahoga.
A mí me fascina trabajar, amo tener proyectos profesionales, me fascina escribir artículos y entrevistar gente, me gusta platicar con mis amigas, me gusta leer sobre negocios, me gusta alburearme al novio de mi hija, me gusta jugar ping pong, ver el futbol americano, no me pierdo la liga mundial, me gusta decir groserías, no soy sumisa. Pero también me gusta mucho comprar zapatos, bolsas, maquillarme, usar tacones que me hacen sentir poderosa. Me arreglo para mí, no para las otras mujeres, porque me gusta mirarme y, eso sí, cada vez que me miro me caigo rete bien.

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