lunes, 17 de agosto de 2009

Los extraordinarios

Lo más extraordinario es que yo no sé lo que es un exámen extraordinario.
Mi mamá era una generala, de esas que Hitler hubiera tenido gustoso al frente de la SS.

Claro, si había un 7 en mi boleta o en algún exámen o en algún ejercicio de mi cuaderno ameritaba un castigo de los que hoy me apeno en confesar.
Pensar en un 6 era... ¿le digo que me saqué 6 o me suicido? Me salía menos doloroso el suicidio. Y no es cuento.

Pero bueno, dicen por ahí que no todo lo bueno se hereda (modestia aparte. Este primer año de secundaria de mi hija Agnese fue, en pocas palabras, UNA VERDADERA PORQUERÍA. Un insulto, vaya. Completa y absolutamente similar al que vivimos desde el punto de vista económico en el que no crecemos, nomás nos estancamos, perdemos y aprendemos a administrar nuestros tres frijoles.

Para pronto: reprobó introducción a las ciencias, matemáticas y francés. Las demás las aprobó porque sumaron décimas de aquí y de allá para alcanzar(con muchos trabajos) una calificación entre 6 y 6.9.

Hoy la llevé al colegio a presentar un par de extraordinarios.
Cuando regresó me djo: ¿Ya estás contenta?
Y, la verdad es que no. ¡¡La incertidumbre me come!! Debo esperar a mañana para conocer la calificación de uno y al miércoles para saber del otro.
¡¿¿HASTA MAÑANA?? Pues que sí, que así es... y mientras tanto??
Ya la reinscribí, ya compré la lista de útiles para segundo de secundaria (no he forrado nada... qué tal sino pasa?

Y ¿¿sino pasa??? No tengo lugar en ninguna otra escuela y del miércoles al próximo lunes (cuando inician clases) faltan sólo dos días. Así que prácticamente no hay nada que se pueda hacer.

¡Ay madre! Este año voy a heredar tus prácticas hitlerianas. Hoy a lo lejos entiendo muchísimas cosas y te comprendo cada vez más.

Mujer de vaivenes

Desde hace varios meses no tengo trabajo fijo.
El otro día me preguntaba qué tantas ganas tenía de reincorporarme a un corporativo del que fui parte durante muchos años. Y, a ciencia cierta, no lo sé.
Como que a veces sí, como que a veces no.
Disfruto inmensamente estar con mi hija por las tardes rumbo a algún café.
Disfruto inmensamente de estar con algunas amigas y amigos de mi hija e ir a nadar juntos.
Disfruto inmensamente ver pasar la tarde y platicar horas y horas con Flor, mamá de la mejor amiga de mi hija, en quien he encontrado una valiosa amistad, de esas que dicen son rete difíciles de encontrar.

La verdad es que no lo sé.
De verdad que no lo sé.

A veces me siento a hacer algún reportaje y me emociono, me gusta entrevistar a la gente, me gusta mucho escribir.
Sin embargo, eso lo termino prácticamente pronto, lo envío y espero a que lo paguen.
Haciendo cálculos no tendría por qué trabajar en un horario corrido si las cuestiones de la colaboración en distintas publicaciones fuera más constante.

Ya me pasó que no me pagaron durante un mes y, bueno, tenía un guardado así que no lo sufrí. Sin embargo no sé si tengo los nervios para aguantar esta vida de vaivenes...

Hasta este momento he tenido el dinero necesario para pagar las cuentas y hasta disfrutar de las vacaciones de verano que, para mí, empezaron desde marzo y que se acentuaron en Semana Santa para luego tener una estocada mortal durante la influenza.

Mi hija me dijo el otro día. ¡Mamá no te vayas a trabajar! ¡La pasamos tan bien juntas!

CIELOS!! Se me contrajo el estómago mientras les platicaba a ella y a su nana que iba a comer rápido (como en una hora) porque tenía que cambiarme para ir a una entrevista laboral HASTA SANTA FE.

Y ahora mientras escribo esto, me entero de algunos recortes que amenazan con suceder en algunas empresas editoriales... Insisto, no sé qué hacer.